LOS MINISTERIOS ECLESIALES

 

"Conviene que ordinariamente asistan al sacerdote celebrante 

un acólito, un lector y un cantor. Esta es la forma típica". 

(OGMR, 78)

Los Ministerios son servicios en favor de la comunidad cristiana. 

Unos son Ministerios ordenados. 

Otros Ministerios son instituidos (lectores y acólitos).

Hay otros ministerios reconocidos (ministros extraordinarios de la Eucaristía).

Hay muchos otros ministerios de hecho como lectores, acólitos, monitores, salmistas, el coro...

Ahora bien, lo principal que hacen los laicos en las Celebraciones 

no son los ministerios, sino su participación. 

Es decir,  más importante es, 

escuchar la Palabra de Dios, rezar, cantar, dar gracias y comulgar 

que ser lector, cantor o ministro extraordinario de la Eucaristía. 

Esto último es celebrar, ser y vivir como comunidad,

el ministerio es además un servicio en la comunidad.

Los ministerios litúrgicos deben distribuirse entre varios y no acumularse en una misma persona. 

Lo ideal es que uno proclame la primera lectura, otro haga de salmista, otro la segunda lectura, 

otro las moniciones... 

 

LAS LECTORAS - LOS LECTORES 

 

“Lo que más ayuda a una adecuada comunicación de la Palabra de Dios 

a la asamblea por medio de las Lecturas 

es la misma manera de leer de los Lectores, 

que deben hacerlo en voz alta y clara y con conocimiento de lo que leen”

 (OLM, 14) 

“La asamblea litúrgica necesita de los lectores, 

aunque no estén instituidos para esta función. 

Hay que procurar, por tanto, que haya algunos laicos, 

los más idóneos, que estén preparados para ejercer este ministerio” 

(OLM, 52)

 

El Lector es el que proclama la Palabra de Dios.

Es uno de los ministerios más importantes 

porque ayuda a que la comunidad escuche el mensaje que Dios le transmite.

Son mediadores entre Dios y la comunidad cristiana que la escucha. 

Lo que él lee no es palabra suya ni de la Iglesia, sino de Dios.

No lee para sí sino para la comunidad. 

Es un instrumento elegido por Dios para servir a su comunidad. 

Dios, a través del lector, comunica su Palabra y se hace salvación para la asamblea. 

Por muy importante que sea el texto, 

si el lector no lo comunica expresivamente o el micrófono no funciona,

 el diálogo entre Dios y la comunidad no será adecuado.

El Misal y el Leccionario piden que los lectores sean "aptos y diligentemente preparados".

Es un ministerio que no se debe permitir la improvisación, 

por tanto no es buena costumbre la de invitar a leer a algún voluntario sin previa preparación. 

Lo primero que tiene que hacer es acercarse al micrófono. 

Debe saber emitir la voz, pronunciar bien, leer con el sentido de puntuación, en voz alta, sin correr. 

Comienza la lectura con el título del Libro bíblico:

Lectura del libro del _____________________.

Leer bien es dar vida al texto, transmitir a los fieles lo que Dios les quiere decir hoy.

No se trata sólo de que todos oigan, sino de que además entiendan lo que oyen. 

A veces el texto es difícil y por eso es necesario prepararlo.

Más que "leer" se trata de "proclamar" la Palabra de Dios. 

Proclamar es pronunciar, promulgar ante la asamblea reunida.

No es mera lectura personal.

Es un ministerio que se realiza dentro de una celebración y por eso 

es un servicio litúrgico, realizado con fe y amor. 1

Hay que leer despacio. 

La precipitación es un defecto y la asamblea pierde gran parte del mensaje. 

Tampoco es bueno leer demasiado lento. 

El lector debe escucharse a sí mismo para apreciar el volumen y ritmo de la voz. 

Cuanto mayor es la asamblea, más lento se debe leer. 

Leer con el tono justo de voz. 

El lector debe hacer ensayos y 

escuchar el parecer de los demás para cuidar la emisión, potencia y claridad de la voz. 

Hay que leer con el tono de voz que requiere la lectura:

No se lee igual un relato que un diálogo, una poesía o una carta. 

Hay que tomar en cuenta los personajes que intervienen en la lectura para saber encarnarlos en la voz. 

Hay que vocalizar bien, es decir pronunciar bien todas las sílabas y palabras. 

Las lecturas deben hacerse desde el Leccionario, el libro oficial de la Iglesia y no desde una Biblia o desde una hoja. 

No se debe empezar la lectura hasta que haya silencio en la asamblea. 

El lector no debe decir "Primera Lectura", "Segunda Lectura", 

sino empezar directamente con el título del libro bíblico. 

Al final dice: "Palabra de Dios" mirando a la gente y sin añadir nada. 

No se debe decir: "esta es la Palabra de Dios" o expresiones similares. 

 

Grupo de lectoras-lectores

En todas las parroquias hay una o un grupo de lectoras - lectores coordinadas entre ellas.

 

 

    MONITORAS

 

La palabra "monición" en latín "monere" que significa exhortar, advertir. 

Las moniciones se dirigen a la comunidad para explicarle algo o invitarla a algún gesto o actitud. 

La figura del monitor ha tomado forma desde el Vaticano II. 

El Misal lo define como "el comentarista que hace las explicaciones y da advertencias a los fieles para introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla mejor" (OGMR, 68). 

Algunas moniciones son propias del celebrante, 

como la de entrada y la invitación a los diversos momentos de oración. 

Las demás las puede hacer el monior o monitora..

El lugar del monitor no es el ambón, sino un lugar diferente o un atril con micrófono lateral.

Características  de las moniciones:

Las moniciones en la celebración deben ser pocas,

"breves y apropiadas, sencillas, fieles al texto y preparadas minuciosamente" (OLM, 15). 

Normalmente deben estar escritas y aprobadas antes por el celebrante (OLM, 57)

Antes de las lecturas se puede hacer una en conjunto para todas ellas, sobre todo si tienen unidad entre sí, como en las grandes fiestas. 

También se puede hacer una para cada lectura o para alguna de ellas. 

Son breves introducciones que ayudan a que la comunidad escuche con más atención. 

 

Los avisos 

Es bueno comunicar en la celebración las actividades de la parroquia para crear corresponsabilidad. Así es bueno anunciar: inscripción y horario de catequesis, charlas o cursillos de formación, fiestas diocesanas o parroquiales... 

Estos avisos no deben hacerse en la homilía o al terminar ésta. 

El momento de hacer los avisos es después de la oración poscomunión y antes de la bendición final. Deben ser también breves y discretas.